Doctrina Pentecostal
- Iglesia Tabernáculo de Vida
- 1 may 2013
- 2 Min. de lectura
Dios, el Único Dios (Shemá).
Oye, Israel: Yahvé, nuestro Dios, es él solo Yahvé. (Deuteronomio 6:4 N-C)
Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. (Deuteronomio 6:4)
Este hermoso verso de la Biblia ha sido conocido en la tradición judeo-cristiana como el
“Shemá”, y encierra una de las verdades fundamentales de la religión judía, y desde la
constitución del Nuevo Pacto, también es fundamental para la Iglesia de Jesucristo. Vino
a ser la confesión de fe básica del judaísmo y sin duda sigue siéndolo para los seguidores de
Cristo (Marcos 12:29).
En las creencias de otros pueblos era posible que existieran varios dioses, incluso panteones
de ellos, pero para Israel hubo, y aún hoy, hay un solo Dios, que es único y soberano. Esta
verdad llegó a ser muy importante para Israel, y los alertaba a tener cuidado, a causa de las
muchas deidades cananeas que se encontraron en la tierra prometida, pero también les
enseñaba la indivisibilidad de Dios, que es la base del monoteísmo de Israel que, dicho sea de
paso, no cambió con la venida del Mesías para los creyentes del Nuevo Testamento. Esto, por
sí solo, niega cualquier otra posibilidad doctrinal en los discípulos del Señor Jesús y por
consiguiente de su Iglesia.
Dios provisionó que estas palabras fueran transmitidas a la mente de cada israelita. A donde
quiera que fueran, estos grandes principios debían acompañarles. De igual modo, hizo que
estuvieran a su vista cada vez que ellos entraran en sus casas, que se comentaran mientras
caminaban, y esto nos da cuenta de cuán importante es para Dios. Esta es la manera más
efectiva de aprendizaje hasta estos días, la repetición.
Comparado con cualquier culto del tiempo de Israel (e incluso anteriores) ¡Qué sanas y
elevadas resultan las Palabras de Dios por medio de Moisés!
Así como Dios es un Dios indivisible, así también el amor de los que creen en este Dios no
debe estar dividido de ninguna forma posible: “Y amarás a Jehová tú Dios de todo tu corazón,
y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.” (Deuteronomio 6:5).
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